Hoy me han cambiado la escayola. Ha sido lo más emocionante que me ha ocurrido en toda la semana. No por haberme visto todo el pie morado con tonos verdosos y lilosos e hinchado y con cabellera incipiente. No por haber visto grapas, grapas de grapadora, de las grises, no de las cobre, enganchando mi piel para que no se abriera. Ni por haber puesto cara de dolor (soy de la convicción que si pones cara de dolor cuando te hacen algo, duele menos, así como si pones cara de asco, te repugna menos), mientras me quitaban gran parte de ellas.
Por nada de eso. Sino porque he salido a la calle. He podido relajar los músculos oculares mirando a la lejanía y ver más allá de mi ventana, más allá de mi balcón y de mi galería. He bajado las escaleras y he caminado coja y enmuletada hasta un banco. De ahí me ha recogido el Kadett. ¡He vuelto a montar en él! Me he reencontrado con mis cintas de cassette. Y le he visto la pegatina. Era de 08, ¡qué ilusión!, por fin la ITV pasada, hasta entonces pensaba que era broma. He visto que continúa la sombrilla el acompañante enganchada en la agarradera del acompañante para que no se caiga. He visto que el techo continúa carbonizado. Y lo he visto bien, bastante limpio para ser él. Luego he visto a la enfermera. Me he tenido que enfrentar a ella para que no me mandara a casa (tras 1'5 horas de espera vana) porque mi médico estaba fuera. Le he convencido que había que revisar mis heridas, que podían estar infectadas; y luego le he rogado que me enseñara las radiografías del postoperatorio. Y lo he conseguido.
Si no fuera por cuán ridículo me suena, diría "hoy creo que me puedo dar por satisfecha".
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*Por eso, aunque "¡Vamos a morir todos!" no tiene que ser todavía.