Por no sé qué motivo la vulnerabilidad ajena es atractiva. Sólo puedo conjeturar que sea porque otorga la oportunidad de asumir un rol protector, o quizá porque proyecta una sensación inquietante de poder sobre el prójimo.
Pero... ¿dónde está la línea que separa al vulnerable del mero débil?
Evidentemente como las palabras han sido creadas por los humanos, las líneas divisorias entre sus definiciones también, y son especialmente imprecisas en lo abstracto.
Los sentimientos y las percepciones podrían ser mareas, que arrastran inevitablemente con ellos a aquellas otras sensaciones que tienen encadenadas.
Así hay cabida para felicidad hiriente, el dulzor amargo y los dolores placenteros. Y fuera de la lírica, tengo la esperanza que algún idioma posea alguna palabra para definirlos.
Ma gustao
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