Así que no me perteneces sólo a mí, tampoco son tus únicas visitas las de quien te acicala, te corta el pelo y rellena tus agujeros que la podredumbre propaga; también eres de quien viene a pedirte ayuda, a ti que no te aguantas en pie, a ti que sólo sirves de remembranza a un breve paso del tiempo, un ejemplo entre millones de la caducidad de la vida, en forma de sepultura. Tú existes y permaneces aún, pero no para siempre, quizá por más tiempo que los que fueron incinerados o simplemente desaparecieron.



Hay quien me dice que me darás protección y quien me sugiere aprovechar mis visitas para algo más. Yo me contento con tus regalos; hacía tiempo que las calles tampoco me ofrecían tesoros.
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*Por eso, aunque "¡Vamos a morir todos!" no tiene que ser todavía.