Que no nos podemos creer nada es vox pópuli, pero que lo creemos igualmente es una realidad.
Los mismos periodistas denuncian la poca o nula profesionalidad de muchos de sus compañeros de profesión.
No me gustan nada las estadísticas, poner números al azar que normalmente se refieren a estudios parciales con preguntas ambiguas o sin analizar las variables correctas, pero creo que estos porcentajes son bastante claros o straightforward (por cierto, poner términos en inglés de repente deja de ser pedante cuando vives fuera) y no parecen malinterpretables o intencionadamente ambiguos. Lo que sí son estos números es alarmantes:
Según un informe de diciembre 2013 de la Asociación de la Prensa de Madrid, el "79,3% de los periodistas encuestados afirma haber recibido alguna presión para modificar el contenido o la orientación de alguna información y que el 76,1% de los casos la presión ha provenido de la propia empresa".
A lo que llaman jocosamente síndrome de Estocolmo en periodismo, por los que confían que "la defensa del periodismo se puede encomendar a los dueños de los medios".
Sin embargo hay otro número más alarmante aún, que aparecía en ese informe y que por lo visto pocos medios (quizá 2) no lo ignoraron:
La presión de arriba es uno de los males que afecta la profesión, pero no el único. También tenemos el "síndrome del nuevo", que no sé si es un término muy usado o sólo del artículo en el que lo encontré, pero el concepto es real. El que llega nuevo y se quiere comer todo, cree que ya lo sabe todo, suele confundir inmediatez con mediatez (uno se refiere al tiempo y el otro a la repercusión)...
Y este síndrome estaría en contraposición con el "síndrome del impostor", que es el que me había motivado a escribir aquí, pero como intentando informarme más he topado con todo esto, no lo he podido ignorar. Así que aquí lo dejo para otro post.
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*Por eso, aunque "¡Vamos a morir todos!" no tiene que ser todavía.